sábado, 6 de octubre de 2012

Jugar a la goma



Estaba en el súper comprando esas cosas que compran las mujeres modernas y ocupadas, que tienen la vida hecha y empaquetada en tetra pack. Leche descremada. Pinza de cejas. Repuesto del desodorante de baño. Un vinito para el finde? Así, concentradísima en domesticidades, cuando de repente me sentí observada.

Ella me miró. Me miró y me llamó descaradamente. La miré de reojo y sonreí cálidamente, algo se entibió en el aire. Después quise ser indiferente, educada pero indiferente. Pero fue inútil. Ella seguía llamándome, ahora a los gritos, y por mi primer nombre, la muy atrevida! No el primer nombre que figura en mi cédula; el primer nombre que yo recuerdo. Mi nombre de infancia. Que no era Carola, sino “Carolita”.

Volví y la toqué. Y le seguí la conversación, porque no me daba tregua. Pucha que yo te deseaba, maldita, le dije. Si le habré rogado a mi mamá que me dejara comprarte! Porque la ‘goma’, la cinta elástica con que jugábamos todas las tardes era de la vecinita, y cuando ella se cansaba yo quería seguir jugando. Si habré mezquinado cuanta ‘goma’ lograba tener y guardar y usar hasta el cansancio.

Y claro, mi práctica mamá hacía malabarismos para dividir su sueldo en comida, útiles escolares, ropa, salud y todo lo que cinco nenas requerían para tener una infancia decente. Mi práctica mamá. Mi tonta mamá, que eventualmente se dejaba ganar por los malcriados llantos de la mini tirana que le exigía dinero para ir a la mercería a comprar unos metros de goma! Esa simple y ordinaria cinta elástica blanca que para mí valía más que las Barbies, que ni las conocía, más que la comida, que la ropa y las otras cosas que la gente aburrida consideraba necesarias. Que representaba horas y horas de diversión, y que ahora mirándola en el súper me parecía algo tan simple, chiquito y ordinario!

Así charlaba yo con la cinta elástica del súper, sólo para ser cortés, pero aclarándole que ahora yo ya estaba muy adulta y complicada para dignarme considerarla entertainment. Ahora, si quiero divertirme salgo con mi marido, o recibimos amigos en casa, le explicaba. Y mirá mis zapatos altos, ya no soy esa nenita descalza que te idolatraba. Así le decía a la ‘goma’, de una forma condescendiente, madura y ultra-convencida. Sorry, cinta elástica, no encajás en mi vida de hoy, me encanta verte y recordarnos, pero no te voy a llevar a casa aunque ahora puedo. No.

Siete mil guaraníes más tarde, salíamos la goma y yo del súper.

Salíamos de la mano, sonriéndonos en complicidad total. Lo haría? Jugaría con ella de nuevo? Nah, sólo la voy a mirar con nostalgia y recordar algunas cosas, pensé. Después de todo, no era cualquier cosa jugar a la goma. Había que tener estado físico! Y como mínimo se requerían tres niños, aunque eso nunca fue problema para mí. Mientras hubiera un par de sillas, o una silla y una puerta, o una puerta y un árbol, o un árbol y un tío malcriador que fungiera de poste, yo podía jugar a la goma. Hasta la hora que me obligaran a dormir. Y desde la hora que lograba escapar de la tiranía de la cama.

OK, de vuelta a esta década: en casa, esa tardecita, mi marido no estaba. Sin pensarlo mucho, al llegar tomé un par de sillas del comedor, y las puse de espaldas una con otra, a 3 o 4 metros una de otra. Corté unos metros de la goma, até los dos extremos, con un enorme respeto por cada parte de este ritual -la distancia entre las sillas, los nudos de la goma. La solemnidad infantil de ese momento, e increíblemente, los recuerdos agolpándose a medida que lo llevaba a cabo. El olor del depto donde vivíamos. La voz de mi nonna pidiéndome que no saltara tan alto, que me podía lastimar. Las cortinas de crochet tejidas por mi tía. El color entre marrón y granate de las sillas de madera. Mi indiferencia total a todo lo que no fuera la goma.

El corazón me empezó a latir más fuerte. Espié hacia la entrada. Fabián no está viniendo, verdad? Me muero si me ve. Conoce mi lado pavote, soporta mis patitos de goma y mis DVDs de veggietales, pero esto... no, mejor no.

Ensarté dos extremos de la goma en las sillas... y empecé a jugar a la goma. Creo que al comienzo mi cara estaba roja de la vergüenza, del miedo de que alguien me viera... o habrá sido el esfuerzo de los saltos, qué sé yo. El caso es que después de un rato, la adulta que habitaba en mí dejó de hablar y quejarse y preocuparse, y Carolita entró en escena y empezó a jugar a la goma. Ella y la goma se conocieron y se reconocieron al instante, y el resto es historia.

Claro, cuando empecé a hiperventilar recordé mi edad biológica. Y le dí un descanso..ehm.. “a la goma”. Increíble, pensé mientras recuperaba el aliento con un atragantado vaso de agua, todo esto, todo lo que me divertí y lo que recordé y lo que sentí, me costó sólo siete mil guaraníes, siete-monedas-de-mil. Wow.

Pensé que no es cuestión de tener cinismo con respecto a cuánta tecnología y complicación tienen los chicos de hoy para jugar. Mis sobrinitos dominan el Wii y siguen siendo tan inocentes y creativos como era yo a su edad. Diferentes formas, mismo fondo. Los tiempos cambian y bendito sea el progreso. No se trata de eso.

Simplemente fue lindo recordar cada tanto que la misma persona que entra de tacos altos a comprar vino del súper puede salir descalza y feliz con el juguete más simple y barato del mundo. Es lindo saber que las cosas más lindas de la época más linda sólo se van del todo si se lo permitimos. Y aún así, son tan nobles que si décadas después entramos en razón y las queremos hacer volver, están a una llamada de distancia. Y encima, las que llaman son ellas. A nosotros sólo nos toca animarnos a escucharlas.

Cuando mi respiración volvió a la normalidad, devolví las sillas a su lugar en el comedor, y volví a yo la anormalidad. A mi adultez.

Pero la goma se quedó conmigo, la guardé en mi mesita de luz. Porque la voy a usar de vez en cuando, será mi cable a tierra.

Metafórica y literalmente hablando.

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Addendum (octubre 2012): Esto lo escribí hace tiempo, para una revista que no la llegó a publicar. La situación actual es que días atrás mi gatito se morfó un pedazo de la tal goma, y su cuerpito le dio su opinión al respecto en forma de diarrea y vómitos estratégicamente distribuidos por la casa.
El olor, digo, horror de laescena fue tan devastador, que quizás sea una señal. Quizás tenga que deshacerme de la parte sobreviviente de mi elástico recuerdo de infancia..

sábado, 20 de agosto de 2011

Jesús no pudo

Qué loco. Fue uno de esos “wow moments”. Juro por todos mis patitos de goma que no pensé leer en la Biblia una frase que dijera “Jesús no pudo hacer milagros…”

Y sí. Decía eso.

Contaba que cuando Jesús fue a su tierra, Nazaret, lo cuestionaron y cuestionaron sus obras. "Acaso no era éste el carpintero, hijo de María... no están aquí sus hermanos con nosotros?" O sea, el popular "nah, si yo le conozco a este, le conozco a toda su familia, qué va a venir a hacerse del santo ahora?" --Qué siglo XXI eran los nazarenos :)

Y está escrito que "en efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos. Y El quedó asombrado de la incredulidad de ellos" -Marcos 6:5-6, NVI.

Antes yo sentía que era injusto que Dios exigiera fe para que pasaran cosas. Como me gusta más el razonamiento que la emoción, yo le reclamaba a Dios que mi falta de fe era simplemente honestidad intelectual, y que él me tenía que hacer sentir/creer/ver lo que él quería que yo aceptara por fe. Que mi diseño (ser más movida a razón que a emoción) fue idea suya y que él se hiciera cargo, que yo sólo estaba siendo honesta.

Lo que no me dí cuenta en ese razonamiento, es que Dios insiste de forma innegociable que entendamos que la fe es parte de nuestro diseño. Parte de cómo somos; una parte que vamos perdiendo por estar más en contacto con el mundo natural que con el sobrenatural. La ciencia estima que sólo usamos un 1% de nuestro cerebro; la psicología ha hecho experimentos con resultados impresionantes sobre lo que pasa cuando de nuestra mente sale la orden de sentir, creer, enfermar o curar innumerables cosas. Hay videos muy locos sobre estos experimentos.

El bebé está convencido que puede caminar, por eso empieza a dar sus primeros pasitos. Y por eso caerse o ver que su impulso no lo lleva como quiere, no lo desanima. Sigue sabiendo. Ni una de sus caídas, ni ver a otros correr cuando él da dos pasos y vuelve a gatear, le roba la fe, la convicción (que nadie le enseñó!!) de que puede, de que VA a caminar. Simplemente sigue haciéndolo hasta que su convicción se materializa.

Está convencido de que puede hablar, y dice cosas que sólo él entiende (y su mamá) qué significan. No le importa que nadie le entienda. El sabe que puede hablar.

Por eso la definición en Hebreos 11:1 es tan tajante y cero emoción. Fe es certeza de lo que se espera, convicción de lo que no se ve. No es deseo, sensación, esperanza: es certeza y convicción.

Esa es la fe que traemos en nuestro diseño. La que nos hace crear lo material a partir de lo inmaterial, y que se manifiesta como un deseo imperativo y convencido.

Y esa es la fe que perdemos a medida que crecemos y otros nos dicen qué podemos hacer y qué no, qué puede pasar y qué no, y nos vamos basando sólo en lo que vemos y reaccionando ante ello. Esa la fe que perdemos con la impronta de religiones que la encuadran en límites que sean aceptables para todos y que no incomoden a nadie. Es la fe que perdemos cuando nos llenamos del mundo natural y dejamos de percibir al sobrenatural.

No es cuestión de eliminar el mundo natural: es tan real como lo vemos. Los que amamos la ciencia no aceptaríamos eso.
Más bien es cuestión de volver a traer el mundo sobrenatural, que coexiste con el otro, así como nuestra psique intangible coexiste con nuestro cerebro tangible. Como dice Rob Bell, no se trata de elegir una dimensión y desechar otra; se trata de entender que hay múltiples dimensiones de la realidad.

Esa era la parte que me faltaba entender para activar mi fe. Que no necesito renunciar al mundo natural, a lo innegable. Y que puedo seguir rechazando la emoción estéril. Que puedo volver a integrar esas dos dimensiones, como estaban integradas cuando nací.

Y es la parte que ahora entiendo, porqué Dios está atado a que tengamos fe para manifestarse. Si intentás que un bebé camine pero el bebé no SABE que puede hacerlo, no lo va a hacer. Él está diseñado para que de él salgan la fuerza y el impulso, que empiezan con una orden del cerebro, para que pasen cosas. Y si empiezan con una orden del cerebro, empiezan con nuestro libre albedrío. Y volvemos a lo mismo. Dios no hace por nosotros lo que nosotros tenemos que elegir hacer. Es la ley del amor: la libertad.

Así que cualquiera sea tu pedido conforme a la voluntad de Dios, creelo. No juegues a las adivinanzas diciéndole a Dios cómo ni cuándo, pero creelo para liberar su mano en tu favor. Creé en todo lo que tenga que ver con sanidad, restauración, puertas abiertas, puentes, libertad, liberación, amor, caminos allanados. Creelo porque ésa ES la voluntad de Dios. Creé en los planes que sentís que te llevan a caminar según tu diseño y para arriba. Creé que lo que impide eso tiene que retroceder para que avance el bien.
Escuchá a Dios cuando él te diga cuál es tu parte en este trabajo: lo que tenga que ver con el mundo material generalmente te lo va a dejar a vos, porque para eso te dio un cuerpo. Pero creé en esa parte que no te corresponde a vos. Dejá que el Espíritu convenza a quienes tiene que convencer; esa no es tarea humana. Corregí lo que tengas que corregir en vos, colaborá en lo que tengas que colaborar para facilitar el proceso y no retrasarlo.

Pero creé en serio, porque si no, Jesús podría pero no puede.

O mejor dicho, no creas: sabé que estás diseñado para tener fe; que la tuviste un día y por eso hoy caminás y hablás -aunque te caías y aunque nadie te entendía. Sabé que ese mismo diseño te habilita todavía para mover el mundo inmaterial en tu favor para cosas buenas. No lo creas, no lo desees, sabelo, no te emociones con la idea, simplemente sabelo. Y ahí van a empezar a pasar cosas, en el tiempo que ya está marcado para ello. No atrases ese calendario!

jueves, 12 de mayo de 2011

Tu independencia y la mía

Hola, país.

Qué lindo verte así en vísperas de tu cumple, cumpleañero. Todo el mundo anda orgulloso con escrapela a cuestas. Me encantan las calles y autos gritando rojo, blanco y azul; me encanta la competencia no planeada de edificios que te piropean con tela y luces. Me gusta todo: los videos, las propagandas, la música, el ambiente festivo, la artesanía, los hoteles llenos en Asu, todo! Hasta le perdono al insufrible spam nuestro de cada día en el celular, con cuanta “promo bicentenario” pueden romper... aguante el espíritu de mayo!

A algunos compatriotas les cuesta adueñarse de esta celebración, y sospecho que cuanto más jóvenes, más dificil les será. La historia que se enseña en los colegios es ingrata; es escueta e inexacta en tus porqués y en tus cómos. La cultura y el periodismo serio se mueven lo más que pueden a pulmón, pero tienen mucha competencia desleal.. y a fin de mes sus próceres tienen que pagar cuentas también. Es difícil celebrar con el corazón si no se entiende qué realmente se celebra, o si no se lo siente.

Yo quiero bajar el tema un poquito más a tierra y celebrar tu cumple teniendo en cuenta que vos, Paraguay, no sos una cosa ajena a mí... creo que por ahí va parte del problema, aquella enajenación.

Paraguay soy yo, el vecino de enfrente, mis compañeros de trabajo, el empresario de acá a dos cuadras, la chipera de afuera de la oficina, el jefe de policía, la funcionaria municipal, el estudiante promedio, mi mamá y la suya, los que están a favor y los que están en contra. El que canta, al que le cantan, el que lee las noticias, el que es noticia. El pintor de mi casa, y los que no tienen casa que pintar. Los que hablan guaraní fluido y los que mascullamos frases sueltas. Las que tejen ñandutí y los que lo compran. El que se fue del país, el que sueña con irse y el que no se va ni soñando. La de arriba, el de abajo, el que subió y los que están por caer.

Y el Paraguay independiente que está “infiltrado” en muchos de ellos es el que quiero celebrar.

Quiero disentir respetuosa pero firmemente con los que reclaman “¿Qué independencia hay que celebrar?” mientras mencionan una lista de males del Paraguay. Razones hay muchas y diversas para enfocarse en una cara de la realidad y denunciarla. Respeto esa elección y sus razones, no estoy en los zapatos de quienes optan por ellas. Pero quiero hablar de otra cara de la misma realidad, y celebrarla.

Celebro la independencia de mis compatriotas que no esperan la situación ideal para embarcarse en sus planes. Esos afortunados que aprendieron que “la situación ideal” es una burda negación de la realidad: ni aquí ni en el primer mundo existe tal cosa.

Celebro la independencia de quienes no se sentaron a esperar la aprobación de las notas reversales de Brasil para crear proyectos y desarrollar comunidades con los escuetos royalties que tuvimos hasta ahora por Itaipú. Y celebro la aprobación de las benditas notas! ...sospecho que quienes hicieron un buen trabajo con menos fondos harán un buen trabajo con más, y quienes no lo hicieron quizás pronto encontrarán otra situación ideal que esperar.

Celebro la independencia de los empresarios exitosos que aprendieron a sumar en humildes escuelas públicas. Que no dependieron de la calidad de educación que su escaso dinero podía comprar, sino que buscaron que todo en sus vidas se convirtiera en maestro, escuela y plan curricular. Estos compatriotas que son tan conscientes de que el conocimiento es poder, que no se resignan a depender de que otros decidan cuánto conocimiento regalarles: ellos buscan más. Pucha que celebro la independencia de esa raza.

Celebro la independencia de aquellos maestros de escuelas de escasos recursos que con guardapolvos remendados y la frente en alto dan cátedras de dignidad. Que les toca ser maestros, padres, enfermeros, disciplinadores y cómplices de sus alumnos. Los hay, un montón.

Celebro la independencia de aquellos maestros de escuelas de buen pasar económico que son libres de la noción de que el dinero compra la educación y el éxito. Celebro sus esfuerzos por enseñar cuánto más caras son las cosas que no se pueden pagar con cheques.

Celebro la independencia de mis compatriotas que cayeron en manos de criminales, y que se agrupan en organizaciones para combatir los males que los dejaron sin padres, sin hijos, sin una pierna o sin el dinero que ahorraron toda la vida. Celebro su independencia! Lloran, pero son libres. Y en su libertad eligieron ser soldados heridos y en movimiento, y no víctimas paralizadas.

Celebro la independencia de quienes ya no creen en el asistencialismo como forma de vida. En su soberanía mental, eligen ir a cultivar sus chacras en vez de reunirse interminablemente para ver a quién se le puede pedir qué y quién tiene la culpa de qué más. De hecho, estos otros compatriotas, ¿qué independencia tendrían que celebrar? ¿Será que la desean, para qué?

Celebro la libertad de quienes no dependen de la violencia para resolver conflictos. De quienes no necesitan de la prepotencia para obtener lo que creen que les corresponde. De quienes no son esclavos de la TV como único medio de entretenimiento, ni del alcohol como único medio para la risa.

Celebro la libertad de quienes son dueños de sus propios logros, grandes o pequeños, y no deben favores a padrinos que los acomodaron en puestos de trabajo.

Celebro el gobierno mental de quienes están en una situación dura y aceptan que esta vez les tocó a ellos, y no buscan formas de amargar a los demás para que el sufrimiento les sea más tolerable.

Celebro la independencia de quienes piensan, investigan, comparan, desafían paradigmas y se animan a cuestionarse si las doctrinas politicas, ideológicas o religiosas que otros eligieron y ellos heredaron, son realmente dignas de reelección.

Celebro la libertad del que elige hacer algo bueno porque quiere ser una persona de bien, no porque eso le traerá aplausos de los cuales depende su autoestima.

Celebro la independencia de familias y matrimonios que no cargan a sus seres amados con la responsabilidad de hacerlos felices o llenar sus vacíos, sabiendo que esa es tarea personal e intransferible.

Celebro la libertad creativa de artistas que surgen con mucho esfuerzo en nuestro medio. Y que toman la valiente decisión de no producir “lo que vende ahora” sino lo que el corazón les dicta, el arte que les brota naturalmente. Celebro su independencia de un mercado que los soborna para que dejen de ser ellos mismos.

Y celebro tantas independencias más.

Hay que festejar la independencia de los que la elegimos cada día. Ya sea que la hayamos logrado o estemos en camino. Me parece injusto y hasta perverso definir los logros de un país por los resultados de las acciones de quienes lo dañan. Me es absurdo no celebrar el corazón y las manos de tanta gente que cada día se sobrepone a lo malo y lucha por lo bueno, los héroes contemporáneos que luchan para evitar que su pasado los defina.

¿Yo? Yo soy una plagueona que llegó tarde al reparto de paciencia. Me irrita, cuando me toca, lidiar con lo peor de nuestra idiosincracia, esos males que no pretendo -ni puedo- ignorar. Mi pregunta es: Y a lo bueno, ¿por qué sería correcto ignorarlo? ¿Qué clase de forma mentirosa y masoquista de vivir sería esa?

Declaremos la independencia siendo independientes nosotros. Necesitamos próceres internos, mentales, que hagan el trabajo que Rodríguez de Francia, Yegros, Caballero y los demás no pudieron hacer: la decisión personal de independencia. Cada día se hace patria. Cada actitud es una decisión.

Basta de la opresión de la mentalidad pesimista y derrotista. Ya dependimos mucho de ella, ya nos robó mucha alegría. Librémonos del reinado de los plagueos sin propuestas. Nos da el cuero para mucho más que morir víctimas de las debilidades ajenas.

Que los cumplas feliz, mi país!

Javy’a!

viernes, 21 de enero de 2011

De cucarachas y otras yerbas


Se suponía que sería una noche perfecta, después de un día perfecto. De un fin de semana perfecto, mejor dicho. Un finde largo en que nos escapamos a Foz. El clima había estado lindo, hotel bueno, todo. Una mini luna de miel, un mini-break que necesitábamos. Y después, el placer de volver a casa, dormir en nuestra propia cama, relajarnos un ratito antes en la sala. Escena perfecta, hasta que yo corté el ambiente al grito de…

UNA CUCARAACHAAAAA!!!!

Sipi. Soy re fóbica con las alimañas, y no pienso hacer terapia. Quiero que me den asco siempre. Fabián acudió, mi héroe, y de un zapatillazo la mandó al cielo de las cucarachas. Que supongo debe ser un basural grotesco y maloliente con moscas verdes y... aaaarggh, quién me manda imaginarme eso?

Pero después apareció otra. Y otra más. Y más el martes. Esa noche la situación llegó al límite –y ahí supe que lo mío raya lo patológico. Porque a las 2 a.m. desperté con ganas de ir al baño. Fui, encendí la luz, y una de estas indeseables estaba recorriendo impunemente el piso que yo iba a pisar, descalza! Demás está decir que no entré al baño: grité, volví a la cama y dormité el resto de la noche apretándome la vejiga -y soñando con las cataratas de Foz y su ruido -ruido torturante demás si te estás aguantando las ganas de hacer pipí.

Y ya saben cuál fue la primera tarea de Fabián al despertar.

“Te aguantaste desde las dos???” me preguntó, incrédulo. Quiso hacerme entrar en razón pero lo corté parafraseando a Mónica de Friends: Fabián, prometiste amarme en la salud y en la enfermedad. Ésta es mi enfermedad.

Así que más tarde contraté a Zuni, la chica que nos ayuda en casa, para un operativo matanza. Hubo limpieza a fondo como nunca antes, yo trabajando a la par de Zuni para mayor eficiencia. Cuando Fabián llegó a casa esa noche quedó paralizado en la puerta: placards vacíos, ropas por todas partes, muebles dados vuelta, cajones acá, libros allá. “Deja vu de la mudanza” murmuró casi temblando, mareado por el olor a insecticida. Pero es un hombre sabio, el pelado. Sabe elegir sus batallas. Se resignó a apoyar el operativo, intuyendo que era mejor buscar sus calzoncillos en la sala que pasar otra noche y madrugada como la que les conté.

Lo bueno es que esa noche la planta alta había casi vuelto a la normalidad, y había un olor a limpio frenético, furioso. “Ahora vas a dormir bien, amor”, me dijo Fabián, más como súplica que como afirmación. Y Zuni volvió a su casa con medio placard mío a cuestas, que le regalé no sé si porque tenía muchas ropas que ya no usaba, o de la emoción y agradecimiento por haberme “salvado”. Así que al final del día, estábamos todos contentos.

Qué bueno que hicimos esto, dijimos finalmente. Este es el “spring cleaning”, la limpieza profunda que teníamos que haber hecho al mudarnos, y de paso ordenamos todas nuestras ropas, regalamos un montón, encontramos documentos que nos faltaban… hace tiempo teníamos que hacer todo eso. Y tuve que admitir que las cucarachas que me dieron tanto asco me hicieron un favor. Si se hubieran mantenido escondidas, yo habría estado tranquila, y no me habría tomado el tiempo de priorizar esta limpieza -ni habría descubierto justo a tiempo su guarida estaba en mi placard, en una caja de cartón! Aaaaaaarghh.

Como la filósofa que vive dentro de mí convive con la fóbica que ya mencioné, la primera tomó la palabra ahora. Y me mostró un paralelismo con nuestros conflictos y crisis personales. Qué feo, qué desagradable es cuando un conflicto te baja de un hondazo en el momento más inoportuno. Y cuando creés que lo mataste aparece otro, y otro, y otro, y resultó que abriste una caja de Pandora. Un día todo está lindo, al día siguiente la casa que somos nosotros alberga una guarida de cucarachas con las que veníamos conviviendo sin saber.

El mejor arma de muchos problemas recurrentes es el perfil bajo. Se quedan quietitos donde están, y se aseguran la residencia permanente si se manejan con discreción. Muchas veces “solucionamos” por años una fiebre –un síntoma- con medicina antifebril, mientras dentro nuestro una infección sigue creciendo. Es imposible “matar” a un monstruo que no salió a la luz. El primer paso para eliminarlo es… saber que existe.

Con nuestra humana tendencia a buscar el placer y huir del dolor, difícilmente hacemos un “spring cleaning” de nuestra vida, si una urgencia no nos obliga. Normalmente no elegimos sacrificar, porque sí nomás, un momento de comodidad o relativa paz para lidiar con asuntos desagradables. Y es por eso que las crisis son necesarias. Nos hacen ver lo que hay, ya mismo, y tomar decisiones y hacer cambios. Y nos hacen posponer otras actividades que había sido no eran tan importantes.

Podemos ver salir a un monstruo y esquivar la mirada. Podemos preguntarnos “¿por qué a mí, por qué ahora, por qué así?” O bien, podemos mirarlo a los ojos y sacarle información –información necesaria- y luego, dictaminar su desalojo.

Esto último es lo más difícil (oh, sorpresa). Pero con esto último, la crisis sí vale la pena. Nos conocemos un poquito más. Descubrimos nuestros límites. Elegimos batallas. Aprendemos en qué hemos cambiado. Nos damos cuenta que somos tan humanos y vulnerables como cualquier otro, en cualquier momento. Hasta ahí lo teórico.

Lo práctico? Recuperamos cosas que se nos habían perdido, o estaban escondidas y nos habíamos olvidado de cuán importantes eran. Y nos deshacemos de cosas que ya no necesitamos y ocupan lugar demás en nuestras vidas. Hacemos lugar para cosas nuevas.

No, no pensé que podría escribir algo constructivo gracias a algo tan grotesco. Pero como decía, la fóbica que vive en mí es concubina de la filósofa.

Gracias, Dios, por las crisis.

Y mil gracias por el Raid :D

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Veinte Once

Probando…

¿Cuán original es esta palabra, refiriéndose al primer reglón del primer documento que creo en la Mac?

Seeh, re original.

Estimado Steve Jobs: cumplo en comunicarle que mis dedos no reportan sensación nueva alguna, ni parecen deslizarse entre nubes. Exijo indemnización por creación de altas expectativas con respecto al tipeado con la Mac. Para mí esas cosas son importantes. Exijo mi “Exciting typing experience”!

Dije que este año no iba a enviar un saludo por las fiestas. Pero bueh, el e-juguete nuevo y la fuerte presión que ejerce… eeh… nadie en realidad, me obliga a reconsiderar eso que dije y que a nadie le importa de todas formas.

Eso sí, ya pasó Navidad, así que nada de saluditos tiernos. Y por Año Nuevo voy a decir algo que sea diferente a los saludos que copan nuestros e-mails. Que probablemente a nadie tampoco le importe -mi intento de originalidad o de reivindicación en contra de la masificación de emociones y sentimientos, bla, bla, bla…

Pucha que mis actos de rebeldía están careciendo de sentido. No tienen gracia si a nadie le molestan. Será que ya es inevitable madurar?

(Aaah, pero ahora que veo, re cool quedan mis uñas pintadas de furiosísimo rojo en contraste con el teclado blanco… no necesito ayuda, Mister Jobs, yo misma me voy a forjar mi exciting typing experience)

OK. Año nuevo, saludo, amigos leyendo pacientemente… enfocate, Caro.

En año nuevo la gente generalmente hace una lista de cosas que hará. Todos nos damos una nueva oportunidad… a nosotros y a la dieta, la disciplina, las buenas acciones, el ahorro, el trabajo sistemático, todo lo alto.

Me incluyo. Cada fin de año, religiosamente, me someto al folclórico autoengaño que incluye el compromiso, jamás mantenido, de hacer gimnasia por más de 20 minutos, por más de 3 días seguidos. Comer menos dulces. Dormir más. Ordenar mi placard. Mantener ordenado mi placard. No dejar cosas para última hora. Visitar a mis amigos antes que sus hijos se jubilen. De alguna manera, Diciembre me inserta un chip en el cerebro que me hace creer que dentro de un mes yo no seré yo, seré otra persona… más organizada, serena, estructurada, bien alimentada, etc. Y Mediados de Enero me devuelve la resignación de que seguiré siendo la versión más despelotada de mí misma.

Entonces, para evitar el autoengaño, pensé en escribir una lista de las cosas que NO voy a hacer en el año nuevo. Y empezó así: No voy a salir en enero de vacaciones. No voy a bajar los kilos demás del invierno, de los exámenes y cuanta excusa puedo invocar. No voy a ganar la eterna guerra contra la manía de Fabián de abrir todas las puertas y ventanas. No voy a (nunca voy a) tener flores que duren más de una semana, aunque use el fertilizante que usaba Eva en el jardín del Edén.

Para el 5to “no voy a”, empecé a reconocer los síntomas principales de la depresión. Todo bien con ser realista, pensé, pero no sólo de cosas inconclusas vive el hombre. Aburrir a los lectores con mis divagues es una cosa, dejarles de postre un pack de desesperanza es otra. Y no parece un buen comienzo para el ¨trabajo¨ de la Mac.

Oops… la mencioné de nuevo. Sori.

Entonces, en un último esfuerzo neuronal por el 2010, lo pensé mejor y logré compilar otra lista. Ésta sí me animo a compartirla con ustedes.

Y dice:

-En el año que comienza, NO voy a flagelarme por mis metidas de pata. Mejor me detengo a menudo a detectar las razones que las causan, trabajo en ellas, y sigo adelante.

-NO voy a hacer desaparecer mis miedos. Pero tampoco voy a dejar que me paralicen. No los voy a ascender de categoría: son y seguirán siendo simples estados mentales.

-NO voy a olvidar el poder que tiene el silencio. Suficiente ya sé del poder de las palabras.

-NO voy a molestarme tanto con las malas acciones de otras personas. Mejor recuerdo que la gente sólo puede dar aquello de lo que está llena, y si alguien tiene amargura para regalar, necesita más compasión que otra cosa.

-NO voy a preocuparme tanto de lo que no sé, de lo que sigo sin entender. Mejor recuerdo que con lo que ya sé y ya entiendo, tengo suficiente material para llevar una vida productiva.

-NO voy a evitar decirles a las personas esas cosas lindas que pienso de ellas, a pesar de que me cuesta ho-rro-res hablar sin pantalla y teclado de por medio.

-NO voy a evitar publicar lo que escribo, pensando que postear mis divagues no aporta gran cosa a la paz mundial (sí, sufridos lectores, es una amenaza).

-Y cuando el mundo no funcione como yo quiero, NO voy a olvidar que no me pusieron en él para servicios de consultoría, sino para amar a la gente.

Para una kaigue como yo, una lista de “no voy a” es súper seductora. Qué buena idea, no trabajar tan duro manteniendo algunas cosas inútiles que no me aportan nada.

Amigos: Les deseo de todo corazón que tengan una lista de “no hacer” para el año que comienza. En serio! No tiene que ser igual a ésta. Sólo tiene que estar llena de esas acciones cuya realización no les haya hecho felices hasta la fecha, no haya aportado nada bueno.
Y asegúrense de que el “no hacer” esté escrito con letras bien grandes. Quién sabe, por ahí el plan de “no hacer” dura más que el de “hacer”. Psicología inversa, que le dicen.

Feliz veinte once!

martes, 12 de enero de 2010

Sex on the beach

Una vez leí esto en alguna revista: “la gente que fantasea con tener sexo romántico en la playa, evidentemente nunca tuvo sexo en la playa –si es en la arena ésta se te pegotea en el cuerpo, se te suben bichitos, te quedás escupiendo sal por tres días... si es entre las piedras tenés la opción de reventarte la espalda acomodándote en una roca grande o haciendo equilibrio reventándote los pies con las piedras chiquitas -mientras no te resbales; te tomás una insolación o te hacés milanesa con protector solar y arena, o preparás una carpa y arruinás la espontaneidad, o vas de noche y pisás aguas vivas que no ves...” Y seguía el plagueo del pobre decepcionado.

Yo agregaría que si hay música de fondo como en las películas, probablemente es porque hay gente cerca, y con eso un bonus: la posibilidad de que otros vacacionistas te espíen, celular en mano, y mañana todo el mundo vea tu versión de sex on the beach en Youtube. Seeeeh.

(Nota a mí misma: borrar “Sex on the beach” de mi lista de 50 cosas que hacer antes de morir)

En fin, recordé esa lectura en la clínica adonde fui a parar recién llegada a la playa, luego de agarrarme una alergia que me dejó los pies en compota por 5 días. Una alergia a... sí, ríanse, al agua de mar.

Luego de 11 y ½ meses de mediterráneo stress, la tipa se viene a reventar doce días hábiles de vacaciones, marido y sombrilla de playa en mano, lentes facheros y bikini con colores Verano 2010 en mano... al mar. Sólo para agarrarse de entrada una alergia... al agua de mar. Apuesto que nadie fue a Bariloche a agarrarse una alergia a la nieve. Al menos sigo siendo original.

“É –me dice el doctor brasilero que me atendió- até um bichinho invisível pode estragar as férias, nao é?” (“incluso un bichito invisible puede arruinarte las vacaciones”)

Estragar as férias tu abuelita, quise decirle. Yo vine a divertirme y ni un bichinho invisible ni un elefante extra visible me arruinarán la diversión (música de fondo, ritmo de samba: “Eu seeeei que a vida devia ser bem melhor... mais isso nao impede que eu repita: é bonita, é bonita, é bonitaaa”).

Nota de los editores: no hay elefantes en las playas brasileras.

Convengamos que ya hubo otras situaciones inesperadas, desde que salimos del aeropuerto. Pero ya que estamos con mi cuerpo, con mi cuerpo sigamos. Aprovechando la ocasión de los pies en compota, mi período se adelanta y comienza hoy, con baja de presión y náuseas, el combo completo.

“Mi cuerpo está compitiendo contra sí mismo hoy” le digo a Fabián. “Mi sistema reproductor versus mis pies, a ver cuál me torra la paciencia primero. Por ahora van ganando los pies”.

Ajajajajaaaa!!! Ciertooooo qué bueno, compitiendo contra sí mismoooo!! Ríe con ganas Fabián, como si le hubiera contado un chiste bueno. Fabián, con su piel tostadita, con sus órganos reproductores sin recordatorio mensual de su genial diseño, con sus pies lisitos y sin ardor.

Ja. Ja. Ja. Ja. Era para que me compadezcas, tavyrón, no para darte risa.

Decía que recordaba esa lectura hoy, porque no tenía porqué sentirme desengañada ni frustrada con mi alergia como el fulano que se compró el cuento del sexo romántico en la playa. Sí fue molesto. Pero una alergia o un par de días que salen al revés de lo planeado, son parte del programa. Son parte de la vida real, y la vida real no se toma vacaciones... La gente que compra un ticket a “Lejos” para escapar de su vida, no sabe que la lleva puesta.

Gracias a Dios! Me encanta estar en un lugar paradisíaco y aún así extrañar mi propia cama. Me encanta estar lejos y también espiar a mis afectos en Facebook, porque no necesito vacaciones de ellos. Veo varios e-mails no leídos, ya los leeré otro día, pero me hace feliz verlos ahí.

¿Será que mis crónicas playeras hoy no tienen ningún mensaje de fondo? Sí lo tienen. Pero voy a dividir este tema en dos partes, porque mis pensamientos tardan en acomodarse, y mientras tanto mis dedos siguen tecleando pavadas.

El mensaje de fondo va por aquí: demasiada gente confundida anda por ahí vendiendo la idea de libertad, o de perseguir nuestros sueños, o de experimentar a Dios, como una “vacación perfecta”. Cero stress, sólo seguí las instrucciones. De entrada ya nos debería poner en guardia el hecho que quien nos vende semejante idea, no tiene cara de cero stress.

Muchos preferimos regalar la idea de experimentar a Dios, de entender nuestro diseño y cosas así, como lo que realmente es. Cero stress, no es. Es la vida real, ésta de acá abajo, con sus días buenos y malos. Pero siempre para adelante, y cada vez más en concordancia con nuestro diseño original.. y por lo tanto, con las armas que realmente tenemos y nos sirven para encarar esta vida real. No con las que da Hollywood, o la sociedad, o instituciones engordadas con teorías.. bienintencionadas quizás, pero cuyos frutos demuestran su ignorancia en el uso de armas individuales.

Experimentar al Dios real implica simplemente revelar la mejor versión posible de nosotros mismos. Y no vivir más con otra versión: ni lo que otros dijeron que deberíamos ser, ni lo que nuestras propias situaciones nos digan que somos. Vivir según mentiras ajenas o propias duele, y deja una obvia sensación de vacío cuando las luces se apagan.

Experimentar a Dios trae un elemento adicional: provisión. Ejemplo tonto: Si tenés una alergia ridícula luego de 20 años de veranear en el mar, tendrás un doctor que te la diagnostique y alguien que te mime. Léase: siempre habrá elementos materiales y humanos para encarar tus situaciones inesperadas, ayudarte a entender sus porqués, y darles fecha de vencimiento.

Hay mucho mito que desmentir en eso de “la vida será color de rosa”. La vida no es sencilla de ninguna forma. Pero “no sencilla” y encima sin sentido -sin porqués y sin para qués-, es una vida innecesariamente dura.

Si les parece, charlemos un poquito más sobre expectativas falsas vs. realistas... lanzamos “2da. de Crónicas playeras”? Pero por ahora, porfa déjenme terminar con una última anécdota de la clínica, que Fabi lamentará no haber presenciado: él busca todas las oportunidades donde pueda verme sonrojar.

El doc me sugiere una inyección antialérgica para apurar el proceso. En enfermería, no me dejo intimidar por el brasilerito bronceado de no más de 20 años fungiendo de enfermero. “Fique á vontade”, me dice señalando la camilla, mientras prepara mi inyección. Disimulando todo pudor, la Asuncena fashion se baja un poquito los pantalones y fingiendo soltura total se recuesta a esperar la medicación.. “á vontade”, cómoda, a gusto.. qué buena actriz soy, piensa. 100% actitud, como Sony Entertainment Television.

El bronceadito de blanco la mira, confundido.

“Dona –le dice tímida y educadamente...

...la inyección va en el brazo”

:(

domingo, 10 de mayo de 2009

Si yo creyera en Dios

En mi trabajo de traductora, a veces me envían documentos para pasarlos completamente del inglés al castellano o vice versa. Pero otras veces, clientes que entienden algo de inglés me dan documentos que ellos escribieron directamente en ese idioma, simplemente para que yo los corrija. Pretenden que les cobre menos honorarios, porque finalmente es una simple corrección, no una traducción completa.

¿La realidad? Generalmente me toma más trabajo corregir y dar vuelta las frases y párrafos en inglés incorrecto que ellos pusieron. Perdería menos tiempo haciéndolo directamente de una vez, de un idioma a otro, en vez de tratar de descifrar algunas expresiones que usaron, o en vez de acomodar el estilo que usaron al resto del documento, para mantener la coherencia de la redacción.

Siento que así pasa con lo que hemos aprendido de Dios. Sería más fácil conocer directamente lo que él realmente nos quería mostrar desde el comienzo, que corregir conceptos muy arraigados que la educación cristiana tradicional nos dio, donde hay factores sociales, culturales, familiares y sicológicos mezclados. Y que resultan ser una mala traducción del deseo de Dios.

Así, demasiada gente que siempre supo de la existencia de Dios y nunca lo experimentó, dice cosas como “No es cierto que Dios pueda hacer tal o cual cosa por mí. Yo toda la vida lo conocí, cumplí las reglas, y nunca me sirvió para nada, sólo para una esperanza al morir”. Seré exagerada pero honestamente, preferiría que estas personas fueran ateas o agnósticas. Conocer mal a Dios es peor que no conocerlo en absoluto. Y promover requisitos que Dios jamás pretendió... es peor que no decir nada de El.

¿Conocen a algunas de estas víctimas de la mala traducción? Esta es la gente religiosa que se preocupa por las apariencias y las amistades de los demás. Esta es la gente que "se convierte" en forma de vestir y gustos musicales y alimenticios. Que siente que asistir y colaborar con la iglesia es sinónimo de tener a Dios. Que siente que ya no tiene nada que aprender y mucho que enseñar. Esta es la gente que juzga, critica y opina sobre quienes viven de forma diferente a ella. Es la gente que no se toma por aludida al leer sobre lo que hacía Jesús: hacer amistad con publicanos y prostitutas, denunciar sin anestesia la corrupción que veía en su entorno religioso, vivir para servir, dar amor incondicional, entender la palabra de Dios según conceptos y no según frases literales…

Todas estas son cosas más fáciles de “traducir” directamente, que editar y corregir en una mente religiosa para transformarla en una mente espiritual. Y cómo cuesta desaprender el concepto de Dios misterioso y distante, de doctrinas creadas por el hombre en su necesidad sociológicamente explicable de encasillamientos, de control… cómo cuesta muchas veces aprender de cero sobre ese Dios al que vimos de reojo por años!

Y cómo cuesta creer que ese Dios que por años me negó lo que tanto le pedí, sí me lo quiere dar, sin tanto ruego, y sólo está esperando que yo cambie algo en mi mentalidad, en mi entendimiento, para que sea apta para recibirlo y disfrutarlo de verdad!

Por ejemplo.. tiempo atrás entendí que no necesito pedirle bendiciones a Dios. Solamente tengo que ir al lugar donde fluye su bendición. Ya sea un lugar mental, un ambiente propicio, relaciones personales, actividades, decisiones.. todo lo que esté alineado con principios que me conectan con Dios… donde él se está moviendo con poder.

Dejé de desearles a las personas “que Dios las bendiga”, y empecé a desearles que atraparan todas las bendiciones que ya estaban allí decretadas para ellos, que las creyeran, que las materializaran. Y por las respuestas de algunos, era fácil ver que esa mala traducción, esa educación cristiana, en muchos casos no había considerado necesario dejar de pedir tanto y empezar a conquistar un poquito, dejar de ser víctimas de circunstancias, tener un corazón más agradecido, más dueño, más consciente de su posición de inteligencia superior en el planeta.
Esa mala traducción incluía mucha esperanza para la vida futura.. y mucha resignación para la presente. Qué trabajo editar eso!

Escribí este ejemplo puntual porque quiero terminar con un pequeño botón de muestra: la reflexión de un ateo. Dejo a tu criterio, lector, la conclusión de si será más fácil la traducción total o la edición parcial del “documento Dios” en nuestras mentes.

En uno de los foros que frecuento en Internet (mi grupo de amigos nerds, diría mi esposo) estamos algunos seudo-poetas frustrados y a veces intercambiamos nuestros delirios poéticos. Este poema lo escribió un ateo, que tiene un ojo muy agudo para detectar enfoques errados por parte de algunos creyentes -que pretenden venderle una paz que ellos mismos no han alcanzado. Este ateo también tiene mucha creatividad para señalar esos enfoques errados con cariño. Espero que lo disfruten…

Si yo creyera en Dios
(por Sam)

Si yo creyera en Dios,
nada le pediría.
¡Qué vergüenza pedirle algo,
después que me dio la vida!

Lo que creyera necesitar, no me lo daría.
Me daría exactamente lo que necesito,
en el momento y el lugar preciso,
y en la cantidad adecuada y bien medida.

Me imagino imaginándolo diciendo:
"Confía en mí. Te di dos brazos,
para que abraces al gozoso que ríe,
para que abraces al doliente que llora"

Si yo creyera en Dios, tan sólo agradecería,
(Y lo haría rapiditito, una o dos veces al día)
y luego me pondría a gastar bien
los minutos que restaran de mi vida.

Porque, en serio, en serio...
¡Qué vergüenza sentiría,
al pedirle cualquier algo,
después que me dio la vida!

Y ya que estamos, les copio también la respuesta que le escribió otra poetisa frustrada (yo). Y con esto me despido por hoy..

Si yo fuera Dios
(por Carito)

Si yo fuera Dios,
a Sam yo le diría
"vaya, uno entre mil
me arrancó una sonrisa!"

Le diría "es así,
ya te equipé con todo,
¡qué bueno que lo sepas
y lo digas de ese modo!"

Le diría "hacé correr
la voz entre la gente,
lavales el cerebro,
no ahorres detergente!"

Le diría "aquí estás
pa' gobernar la tierra
y comer de su fruto
y aminorar sus penas"

le diría "dar amor,
disfrutar aprendiendo...
¿por qué lo complicaron?
¿qué parte no entendieron?"

le diría "mil gracias
por reflejar mi imagen
mientras permito que otros
sin piedad me la ultrajen" :(

"Mirá un poco, Jesús:"
-a mi Hijo le diría-
"¿ves cómo éste captó
eso que Vos decías?"

O quizás como El Chavo
"no hay por dónde!" diría,
"que disfrutes lo tuyo!
¿te gustó? qué alegría!!!"

Sí, si yo fuera Dios
a Sam yo le diría
"vaya, que uno entre mil
me arrancó una sonrisa!"

miércoles, 15 de abril de 2009

La verdad te hará libre

Tengo un nuevo amigo. Un ex ladrón :)

Su historia me movió hasta los huesos, la estoy traduciendo en estos días. Y puedo comentarla porque él la publicó. Cristiano/misionero de toda la vida, por años sufrió por no poder evitar robar a todo su entorno. Confesaba. Pedía perdón. Odiaba hacer eso, sabía que hacía mal. La gente que quería ayudarlo atacaba el problema “efecto”, el robo. Tuvo oración, terapia, consejería, cárcel, soledad... Nada. Hasta que fue al centro del problema, a la “causa”.

Había sido violado a los 5 años de edad y el violador amenazó con matarlo a él y a su familia si lo delataba. La psicología explicó que, al no poder contar lo que le habían hecho, su atormentado cerebrito subconscientemente ideó que él denunciara sin palabras que “había algo malo”… Cómo? haciendo algo malo. Su primera víctima de robo fue su violador. Pero nadie hizo la conexión, y el chico siguió teniendo necesidad de robar sin saber porqué. Creció y siguió robando y arrepintiéndose, atacando el efecto y sintiéndose fatal, hasta el borde del suicidio. Hasta que entendió la causa que provocaba esa necesidad. Trató por primera y única vez su herida infantil. Y nunca más volvió a sentir esa rara necesidad de robar. Y ahora ayuda a otros adultos encadenados, a descubrir las verdades que los liberarán.

Impresionante, no? Yendo a un plano menos dramático que la historia de John, es bien común que ante conflictos, muchas veces nos concentramos tanto en los “efectos” del conflicto, que no se nos ocurra atacar sus causas ocultas.

Tiempo atrás tuve una situación con algunas personas. Denuncié algo, y ardió Troya. Hubo desencantos. Lágrimas. Relaciones rotas. Y daños colaterales. Fue tan desgastante, que la opción más tentadora era decir "dejémoslo así, sigamos como estábamos". La pregunta que me mantuvo firme fue: ¿quiero estar de parte de estas personas -porque las amo- o quiero estar de parte de la verdad?

Y a pesar del dolor, supe que ponerme de parte de “las personas” me daría un alivio inmediato pero engañoso. Y que ponerme de parte de la verdad me mantendría libre de pequeñas cadenas que ya no quería arrastrar.

Desde esa vez me prometí que, ante conflictos de cualquier tipo, nunca me pondría de parte de Fulano ni de Mengano, sino de La Verdad. Y defendería esa verdad, sin importar a cuál “bando” ésta beneficiase en el conflicto. Y sí, esta práctica me trae libertad.

El hombre fue creado para ser libre, lucha por su libertad desde que nace.
El hombre también fue dotado de principios universales con los que está invitado a alinearse. Entre éstos, uno promete la respuesta a esa permanente búsqueda…

…“La verdad les hará libres”.

Claro, la religión tradicional ha encasillado este principio en un sólo significado: el del plan de Dios con la humanidad. Pero un principio universal no puede limitarse a una sola situación. La verdad tiene que liberarme, no sólo de la muerte eterna, sino también de acciones absurdas, de rencores, de miedos, de necesidades, de lo que sea que me tenga atada.

En mi caso, generalmente "La Verdad" en sus manifestaciones más modestas fue la que me ha traído mayores libertades: Libertad de situaciones forzadas o amistades tóxicas. O libertad de la frustración por causa de eventos fuera de mi control.

O incluso, como dice Susan McMahon, libertad de mi “ego débil”… como cuando una persona adicta al chisme me hizo ver, gracias a sus chismes, una pequeña verdad: yo realmente deseaba la aprobación de la gente! Por eso yo buscaba "aclarar" mentiras que esa persona decía. Esa verdad liberó al mostrarme que el problema no eran los chismes.
El problema era todo mío: atarme a modas humanas, como esa perversa moda de querer ser populares, ese deseo irreal de querer ser creídos por todos y apreciados por nuestras buenas cualidades. Imagínense qué carga inútil, qué energía mal dirigida.

OK… convengamos que no es nada cool recibir una verdad de parte de alguien que luce defectos que una desprecia. Pero justamente eso es lo lindo de ponerse de parte de la verdad y no de la persona. Porque SÍ es cool recibir una verdad. Siempre. Siempre implica un aumento de la dosis de libertad que ya conquistaste. No importa que esa nueva dosis llegue en las manos del ser más amable del planeta, o del que tiene las actitudes más detestables.
No importa, porque en ese momento, ambos están al servicio de Dios, siendo los portadores de un regalo para vos.

Sería tonto rechazar el regalo por causa del mensajero que lo trae. Y sería aún más tonto aceptar, en vez de ese regalo, cosas lindas que no formen parte de la verdad. Ataduras con lazos de seda.

¿Estás en una situación desgastante que ya trataste de solucionar de varias formas? Quizás no sea mala idea hacer como John y preguntarle a Dios… ¿cuál es la verdad escondida detrás de esto, la pequeña o gran verdad, que me puede dar libertad de esto?

En Verdadlandia habita La Verdad en todas sus formas: chiquita, grande, espiritual, social, antropológica, invisible, visible, cotidiana…

En Verdadlandia no tomamos las palabras depende de quién las pronuncia: sabemos por experiencia que una persona tosca o impopular puede decir una verdad verdad, y una persona tierna o muy popular puede decir una mentira (tiene sentido, además, si la verdad amenazara su popularidad).

En Verdadlandia no somos muchos habitantes (uno creería que sí, pero decir "yo no miento" no me convierte en Verdadlandense).

Somos imperfectos y metemos la pata. No siempre la tenemos 100% clara. Ni somos todos muy facheros que digamos. Ni siempre nos va tan bien. Demás está decir que no siempre somos populares. Y a veces nos duele y lloramos.

Pero en Verdadlandia somos libres.

Y si somos libres, lo demás es prescindible.

domingo, 15 de febrero de 2009

Y la bici, para cuándo?

Mi marido me causó un gran perjuicio en estos días. Fiel a su papel de héroe del hogar, el fin de semana pasado estuvo buscando qué reparar en casa. Trágicamente, las cañerías estaban bien de salud. Las sillas de madera no necesitaban retoques de barniz. No había ningún agujero nuevo que taladrar en la pared. El baño cumplía sus funciones. Entonces, no se le ocurrió mejor idea que reparar mi bicicleta estática. Ella que estaba tan feliz fungiendo de perchero desde hacía varios años. Ella que estaba tan conforme con su función actual, tan… estática, como la dueña!

Sin anestesia, mi marido la manipuló frenéticamente con un elementito que yo creía que sólo servía para darle golpes al lavarropas cuando se trababa al centrifugar (el lavarroooopas!! eso podía haber arreglado!!)

Lo cierto es que el hombre me arregló la bici. Y a mí no me quedó más remedio que reacomodar setecientas camisas en mi placard, agradecerle el “favor”, y cómo no... demostrarle que su esfuerzo no había sido en vano, trepando a la bici con cara de entusiasmo, mientras secretamente juraba venganza.

Mientras pedaleaba resignada, pasé por varias etapas. Primero controlé cuántas calorías quemaba… después conté los minutos de mi tortura. Hojeé un catálogo. Decidí que no puedo vivir sin la hamaca portátil de playa que mostraban en el catálogo… a sólo $99.99, envío incluído! Después me aburrí. Pensé en el sándwich que me prepararía. Guau, dije cuando terminó el castigo. Si hubiera sido en una bici real, esto equivaldría a 3 vueltas en nuestra ciclovía. Viendo gente, sintiendo el viento en la cara (sí, haragana pero romántica), escuchando a los pajaritos… Hice el mismo esfuerzo pero no fui a ninguna parte, estoy en el mismo lugar.

La analogía es obvia, no? Cuánto nos vende nuestra cultura occidental la idea de que lo importante es estar en movimiento, no importa adónde estemos yendo.. o si no estamos yendo a ningún lado, con tal de que no dejemos de pedalear. Cuánto soñamos con el momento de salir de vacaciones para bajar un rato de la bici, tomar fuerzas, y después volver a subir a ella para cumplir con una meta aunque dejemos de cumplir otras cinco. Y cuántos suspiros se nos escapan al ver a quienes están en la ciclovía, allá afuera, pedaleando, trotando, o algunos incluso simplemente paseando, mientras nosotros sudamos sin escuchar el ruido del viento entre las hojas.

Pero el propósito de nuestra vida no es sólo ejercitar músculos. El tamaño de nuestro éxito no se mide por cuánto hemos sudado, sino adónde nuestro sudor nos ha llevado.

Me frustré un poco en la primera parte de nuestras recientes vacaciones. Diciembre había sido un mes muy pesado, y yo contaba los días para la playa… “desde el día 1”, pensaba, “me desenchufo totalmente de todo”. Pero íbamos por el día 8 y yo seguía con tensión muscular y otras cuestiones que me mostraban que mi cuerpo no es automático, y mi mente menos. Que no puedo “apagar” la tensión como se apaga la luz. Que no puedo pretender, en dos días, desacelerar una máquina que mantengo acelerada trescientos cincuenta días al año. Y que no tiene sentido lograr desacelerarla, mimarla y disfrutarla 15 días, sólo para someterla a lo mismo después. ¿Qué clase de administración es esa?

Y lo principal, que no puedo posponer los momentos de quietud y de perspectiva de mi vida, para un mes al año. Necesitamos vacaciones diarias. Necesitamos parar un poco cada día y adueñarnos de él antes de que él se adueñe de nosotros. En mi oficina nadie me pedirá que me tome un “break” cada dos horas para recordar quién soy, por qué estoy haciendo lo que hago, y adónde voy. Es mi responsabilidad hacerlo. Dios me hizo un encargo precioso: mi propia vida. Y por extensión, la de los demás. “Ama a tu prójimo COMO te amas a ti mismo”. Es obvio que lo hacemos, no? Evidentemente, sólo podemos dar a los demás lo que nos damos a nosotros mismos. Y si no elegimos tomarnos un tiempo diario para quedarnos quietos, amarnos, escuchar a Dios, y simplemente “ser” sin necesidad de “hacer”, ¿qué calidad de amor le podemos dar a quienes les decimos con palabras que los amamos? ¿Qué les enseñamos con el ejemplo a los que están aprendiendo de nosotros?

Y aunque la perversa sociedad me diga que si no estoy estressada no existo, si yo no me obligo a tomar el control de mi vida y de mi futuro, simplemente estoy eligiendo subir cada día a una bici estática. Puedo bajar de ella a los 80 años de edad, en una camilla, y saber que no llegué a ningún lado porque estuve muy apurada cumpliendo con las prioridades de los demás.

El mundo está lleno de gente lastimada y lastimándose. Y también está lleno de amor e historias hermosas esperando “acontecer” de diferentes maneras. Historias provocadas por gente de todas las profesiones. El mundo nos necesita desesperadamente. Tenemos mucho más que dar que nuestras destrezas administrativas. Dios necesita tus manos, tu cerebro, tu corazón. Y los míos. Y aunque hoy le agradezco infinitamente que él ya me haya mostrado cuál es mi propósito en la vida, sé que ese es sólo el principio. El no lo va a hacer por mí. Yo necesito empezar a fabricar mi bicicleta no estática. No sé por dónde me llevará, pero ya sé adónde quiero llegar.

Me queda claro que mientras fabrico mi nueva bici, tengo que seguir cumpliendo muchas prioridades de terceras personas, y eso está bien, porque así es el proceso. Dios es un Dios de orden y de tiempos. Pero necesito cada día, mientras me toque seguir en la bici estática, bajar un ratito y seguir fabricando la otra, la mía, una pequeña pieza a la vez. Jesús murió y resucitó una sola vez para desatar algo grande en la humanidad, esa fue su gran misión. Pero antes de eso, caminó enseñando y sanando a su paso. No esperó el gran momento de realizar su única acción. Y es interesante que, mientras andaba por la Tierra, no sanó a absolutamente toda la gente, ni organizó mega-iglesias, ni hizo todo lo que podía. Porque nos mostró que podemos hacer lo mismo, que podemos ir por el camino que nos toca, con nuestro propósito en mente, tocando gente a nuestro paso, y no esperando una gran oportunidad de hacer algo gigantesco que a El mismo no le pareció buena administración de tiempo y recursos.

Como ser físico y ser espiritual, como ciudadana del Mundo y ciudadana del Reino, hoy quiero pedirte de todo corazón que pienses activamente en las cosas que te hacen suspirar, en los temas que te apasionan, en el tipo de noticias que despiertan tu interés. Pensá en vos en función a vos, no a tus seres amados. Si aún no la descubriste, Dios está ansioso de revelarte cuál es la contribución que sólo vos podés hacer al mundo, con tu personalidad y tu historia, con tu pasado, tus heridas y tus logros, con tus sueños y frustraciones. Podés ser papá y gerente de una empresa, podés ser taxista por las mañanas y pintor cuando haya oportunidad, podés ser novia y estudiante. Pero si hay algo que te hace suspirar, pedile a Dios que te muestre por qué –o mejor dicho para qué, y desafiale a que no te permita llevar esos suspiros a la vejez.

Ayer una amiga, mamá divorciada, ex-esposa golpeada, nos comentaba que ella sentía que su contribución al mundo era inspirar a otras mujeres a recuperar su vida… nos contó cómo, sin proponérselo, de repente se encontraba escuchando historias que otras mujeres le compartían. Mientras otros critican a estas mujeres, ella puede entender los procesos y sentires de ellas. Y puede transmitirles esperanza mostrándoles cómo ella se forjó una nueva vida a partir de los escombros.

Ella tiene un trabajo de tiempo completo, y además es mamá –sola. Pero también tiene claro que su vida no acaba allí. Tiene claro que eso que siente cuando escucha historias de mujeres que están en un callejón que ella conoce bien, no es un sentimiento en vano. Sabe que es un fuego que la lleva a hacer algo más que comentar cuán mal está el mundo... Y ese fuego es todo lo que Dios necesita, las situaciones las provee El… y ella, sin estudios al respecto, y sin planear lo que tiene que decir, sin dejar de ser trabajadora y mamá, camina por la vida sanando un poco el mundo, una mujer lastimada a la vez.

Regalate la alegría de invertir un poquito de tiempo en vos cada día, regalate el placer de que el Soberano del Universo te susurre por qué sos tan importante para El. Y después empezá a construir tu bicicleta de a poco. Hacé valer tu cansancio y el trabajo de tus manos, no mates tu pasión con la escopeta de las prioridades ajenas. Y por favor, no te resignes a pedalear siempre mirando desde adentro. El mundo te espera del otro lado de la ventana.

Feliz paseo!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Sin efectos especiales

Tengo una amiga –creo que todos conocemos a alguien así- totalmente mística. Es de esas que viven con "efectos especiales" Hace unas pausas cuando habla…. así, como para que suene música de fondo entremedio, cuando dice algo medio profundo. Y lanza esas miradas mientras habla, como para que alguien escriba acerca de ella algo como "miró largamente el horizonte mientras decía…". Siempre busca los "momentos kodak", con el cabello al viento y el paisaje de fondo. Es una poetisa de la imagen. Romántica incurable. Mira las estrellas y suspira… en fin, el paquete completo.

Lo cual nos causa muchísimas risas cuando se equivoca en alguna palabra y yo la remedo, con todo su trasfondo de cuento de hadas.

Se me hace que eso es lo que muchos suponen sería tener alguna experiencia con Dios…… y se entiende: está la ceremoniosa música de fondo en la iglesia los días de eventos especiales. Están las ropas "de iglesia", está el lenguaje eclesiástico. "Hermano" "bendiciones" “alabado sea el Señor”, etc. Y los rezos y oraciones están escritos en lenguaje formal. Entonces sin querer se crea una onda de "cuidado… aquí estás por entrar a la presencia de Dios". Ponete en "posición de clase", como nos decían en el colegio.

A mí me pasaba que si yo me enojaba justo antes de almorzar, no oraba, porque no quería hablarle a El con esa "voz"… como si fuera que él no conocía mis rabietas!

Claro que después cuando entré en confianza, me fui al otro extremo y me plagueaaaaaaba con El. Igual ya fue un gran paso adelante. Ahí lo que tenía que acabar era el plagueo, no la confianza de hablar con Dios como una nena mimada habla con su papá. Y a medida que crece, sigue hablándole en confianza aunque sus conversaciones van siendo más maduras.

(Creo que por eso me gustaba leerle al profeta Jeremías, qué tipo plagueón!! Me hacía sentir tan identificada! Si un profeta puede lloriquearle así a Dios, alguien menos consagrado también puede, decía yo. O sea… el rey David era fatalista cuando se deprimía, Jonás era pichado, pero Jeremías era lisa y llanamente plagueón).

A qué viene todo esto? A una gran tragedia, y no exagero: el misticismo le ha robado realismo al Dios práctico, al Dios de entrecasa… el de verdad. Porque mayormente tenemos a Dios en cuenta para cosas "adecuadas" y no para el día a día, la vida real. Y nos perdemos justamente, exactamente, trágicamente, lo único que El pretende de nosotros y ha pretendido a través de la historia de la humanidad: un relacionamiento padre-hijo, un intercambio real.

Así como al dejar la adolescencia atrás y al conocer el amor verdadero nos damos cuenta de que ese amor no es un príncipe encantado, ni una frágil y encantadora damisela con peinado de peluquería 24/7; así como al madurar entendemos que el amor verdadero no tiene aliento Halls a la mañana, ni suena "Forever love" cada día mientras él nos confiesa su amor sin beso hollywoodesco… Así también deberíamos sacarle a Dios la expectativa de efectos especiales al dejar la adolescencia espiritual. Hay Hollywood en las iglesias y en los medios. Hay una imagen irreal que Jesús combatió con lecciones prácticas, y los seguidores que lo escucharon y entendieron fueron justamente los menos pomposos, los menos literatos, los menos místicos. Los que necesitaban cosas prácticas.

Por qué sería esto tan grave? Porque mucha, mucha, pero MUCHA gente que conozco dice que jamás sintió realmente al tal Dios. Que quisiera tener fe, que le encanta leer sobre Dios, etc… pero no logra conciliar las imágenes místicas en su vida real de lunes con tráfico, de lenguaje descuidado, de emociones despatarradas, de horario que no deja tiempo –ni ganas- de dejar de ser quienes son y asumir una onda "cristiana" -tipo Ned Flanders o la vecina que vive con el rosario al cuello.

Vuelvo a mi ejemplo: Si una mujer o un hombre no dejan atrás sus ideales místicos de adolescencia, nunca llegan a conocer el amor verdadero. Son los que, o se quedan solos por no encontrar lo que la TV les prometió, o se casan y duran casados hasta que se acaba la sorpresa. Después, vuelta a “buscar el amor”. Pueden enamorarse, pero no por mucho tiempo. Cuando la novia se vuelve una mujer real, van de vuelta a buscar otra que sea “novia”. Y así, hasta que un día se descubren preguntándose cómo será amar de verdad. Qué se sentirá ser amados con todo y defectos.

O sea, si no dejan atrás lo místico, nunca llegan a disfrutar de lo real. Y la fantasía es linda y necesaria en los niños… es entendible en adolescentes… pero es trágica en los adultos.

Y si nosotros no dejamos atrás la imagen eclesiástica de Dios, no podemos llegar a disfrutar del Dios real. Y tanto que lo necesitamos! Buscamos paz, felicidad, equilibrio, armonía… buscamos zen, yin-yang, iluminación, satori, sabiduría… Si no conocemos a Dios siempre tenemos esta búsqueda, hermosa pero permanentemente insatisfecha, porque no puede ser reemplazada. El alma anhela estar en casa y no se conforma con menos. El alma sabe que Dios nos creó para ser completos sólo en él.

Entonces ante los problemas gritamos, nos sindicalizamos, peleamos, nos divorciamos, nos escondemos, hacemos guerra, emigramos, hacemos protestas, entramos en depresión, pagamos terapia, vamos a spas, reclamamos justicia, nos resignamos, planeamos venganza, usamos lenguaje de “superados”…. y nunca volvemos satisfechos. A pesar de los paliativos, el alma sigue buscando tarde o temprano. Y Dios? Con tan mal márketing que tiene, Dios es una opción para ser usada cuando nos interese la onda mística o la música cristiana, ahora no. Vivimos pagando derecho de piso con amigos o familiares que abusan de nosotros, y aguantamos porque es lo más parecido al amor, a la paz, al alivio, lo más cercano a Dios que podemos tener sin Dios.

Es o no es trágico?

Muchos que dicen conocer a Dios dan clara evidencia de que no es cierto: simplemente tienen mucho conocimiento teórico.. sus vidas cotidianas demuestran claramente que su búsqueda interna no ha sido satisfecha. La otra cara? Mucha gente que no cree en Dios ha incorporado Sus principios de bien a sus vidas, y estas personas dan mayor testimonio del Dios real. Siempre dije esto: no clasifiques al mundo entre creyentes y ateos, la verdadera clasificación está entre quienes están del lado del bien y quienes están del lado del mal. Una creyente crónicamente chismosa o egocéntrica no me muestra nada sobre Dios. Un ateo lleno de amor por los demás, me muestra la esencia de Dios.

Si vos también te decepcionaste de la imagen poco realista que te dieron de un Dios distante, contradictorio, favoritista, condicional, o cuando menos muy aburrido –odia el fútbol, le irritan los adolescentes, le aturde la música, no le interesan las artes, le asusta la tecnología, y sus gustos de moda están unas décadas atrás-, te prometo que te va a fascinar conocerle al Dios que está por encima de todas esas cuestiones. Al Dios que está aquí, al que le hablás de "vos", y que te responde. No para darte un sentimiento de “sublime e inefable paz” con paisaje de fondo, sino para hacerte vivir con propósito. Para que tu vida tenga sentido, aún en vejez, enfermedad, abandono, fracaso o incertidumbre.

Y vas a seguir teniendo problemas, pero vas a aprender a enfrentarlos con autoridad, sabiendo el lugar que te corresponde en el Universo y sabiendo que no naciste para que la vida “te suceda”. Vas a entender de una todas las historias bíblicas, y vas a entender porqué Dios trabajó siempre, siempre, siempre, con gente imperfecta, porqué sus promesas nacieron de vientres estériles y sus triunfos se cocinaron en las ollas de las mayores desgracias. Vas a “usar” lo que te pasa viéndolo desde afuera, desde arriba, y no desde la indefensa posición de tu humanidad lastimada y limitada.

Y el cambio va a ser tan radical como el amor verdadero versus el de las novelas. Como dice Maitena, "la diferencia entre los príncipes azules y los maridos, es que los maridos existen".

La diferencia entre el Dios esperando en las iglesias y el Dios cotidiano, es que el segundo existe, también.

Y mi amiga mística? También hay realidad física para ella: en su caso, ella puede experimentar a Dios en dos versiones :)